Las ciudades son efímeras. Y los buitres. Podemos irnos a voluntad de las cosas intrascendentes. Nuestras victorias morales, egoístas, nuestros actos de superación, pequeñeces a las que nos aferramos por esa mala costumbre de convertir cualquier detalle en un acto de fe. Religiosidad contundente, ladrillos de mi casa espiritual. Es la sal, es la garganta. Y esta ciudad que decís tuya, esta ciudad que te parece tan conocida, no es más que un yuyal absurdo en el que todo lo que surge se contamina. Nacido el hombre, nacido el mal. La memoria es un chacal, y ahí estás vos.
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* música satánica
Vos sos música satánica
al derecho y al revés (te doy vuelta y te recorro)
al compás de todo infierno
vos sos música satánica
la que te obliga a morder (vos me obligás)
a masticar el cigarro
un puente con lo inefable
la puteada por lo bajo
agarradita del pelo
tan obscena y tan prohibida
tan de todos y de nadie
(con las patitas al viento)
como una soga cualquiera
apretando muchos cuellos
como culos de botella
bien alto en la medianera
vos sos música satánica
como fragua que da miedo
y absurda fascinación.
Y entonces después caer
babeando, rodar, perder
arrojarse por el caño
(de metal del hidrobronz)
que dice:
no me mires cuando caigo
porque sigo siendo mentira
y ya no encuentro el piolín.
* pequeña estupidez relativa
La distancia entre dos personas, o entre una persona y cualquier otra cosa, no es algo que pueda buscarse o manipularse. Puede haber intentos de achicar o agrandar la brecha, como quien juega con una banda elástica entre los dedos, pero esos intentos forzados, inducidos, son operadores externos que nos imponemos para mantener dentro nuestro la ilusión de que podemos controlar nuestra manera de vincularnos a voluntad. Sin embargo hay cosas que no pueden planearse ni proyectarse – salvo en un campo teórico en el cual sabemos que nos movemos casi a ciegas – y mucho menos proteger de los embates del cambio y la evolución. La distancia es una de esas cosas que percibimos de manera intensa y contundente pero que en el fondo, en la cuenta final, siempre está en manos ajenas. Por eso estar lejos o estar cerca no debería preocuparnos. Somos parte de una marea para nada caprichosa de tiempo y espacio, y lo mejor es relajarse y disfrutar del movimiento, del vaivén, de los diferentes órdenes en los que nos toca estar. Estoy convencido de que esos días que nos llevan y traen de historia en historia siempre son el mismo día, tal vez hoy, y que no lo sepamos no es un castigo de la incertidumbre, sino una bendición que evita que desaparezcamos abajo del agua.
* pajaritos rocanrol
aquellos pajaritos que me hacían jugar bien al fútbol
se vienen, me empujan, me gritan
me dicen movete, corré, saltá
movete, pibe, jugá
y yo no sé qué hacer
porque no puedo interpretar
no proceso las ordenes
ni las indicaciones
soy un coso de azul cobalto
metido en un fierro, un caño
maniobrado con pulso firme
agarrado por la mano de alguien
que mete y saca y sacude
y tampoco sabe, como yo no sé,
qué carajo hacer (me gustaría abrazarlo)
no sabemos, decía, cómo hacer
para obedecer, para marcar la tarjeta
para estar siempre bien parado
ruleta verde ruleta césped ruleta muerte
sintético, sintético
porque ya no hay nada real
bajamos las persianas
y reventamos las ofertas
movete, corré, saltá
pajaritos rivotriles
pajaritos rocanrol
pajaritos revolean
miguitas de pan al viento
me hacen así con el pico
y dicen tumba, tambor, temblor.
* pequeñas cosas
Es muy probable que detrás de las cosas que pienso todos los días, convencido de su valor, de su potencia, convencido de estar dentro de un modelo de pensamiento virtuoso, no exista absolutamente nada. Y lo terrible es que no hace ninguna diferencia. ¿Qué quedará de mí cuando me muera? ¿Quiénes recordarán lo que fui, aunque sea en porciones, en pequeños recuerdos reconstruidos por la acumulación de breves momentos que hayan compartido conmigo? ¿Y qué cara voy a poner cuando se empiecen a morir mis amigos más cercanos, imaginando que se van a ir antes que yo, y considerando objetivamente que ese momento está cada vez más cerca? Esta obsesión tal vez provenga de mis primeras desapariciones. ¿Quién hubiera sido yo si estuviera completo? Pensar fuera del modelo. De la ameba. Afuera. Imposible. Modelos represores del pensamiento y la sensibilidad. Tontas notas llenando espacio. Miedo a la muerte. Experimento terror. Colapso. Me detengo. ¿Y si ya hice todo lo que tenía por hacer? ¿Y si ya fue todo? ¿Debería despedirme así, con poca gracia, con una palmadita en la espalda?
La amnesia y la coprofagia
dos conceptos tan ajenos al común denominador
y sin embargo enquistados
y adoptados
como moneda corriente
por el 99% de los comunes
a los que les encanta bailar con nociones
tan extrañas
que no podríamos entender
ni aunque nos explotaran en la cara.
* capo
Compro arroz que no se pasa
pero organizo mis prioridades como el orto.
Le temo al granizo pero igual
me creo la última esperanza blanca.
Distingo las tetas falsas y fumo como al descuido.
Me muevo a la velocidad de la eficiencia
y me las cojo a todas.
Repudio con todas mis fuerzas
todas aquellas cosas que haya que repudiar,
y confío ciegamente en la dignidad del trabajo.
Si me tuviera que definir en tres o cuatro palabras
No dudaría en decir
Que soy un mediocre
Que se mueve entre las sombras
Orgulloso de su ignorancia.
**
* veinte putas de cien pesos
va a llegar un día en el que sepas con absoluta certeza
cuántos azulejos te sostienen la pared
un día en el que la furia le de paso a la dejadez civilizada
a miles de fotos desparramadas por el piso
y a veinte putas de cien pesos
va a llegar un día en el que todos los gatos se te hayan muerto
y te arranques las uñas negras de mugre negra
en el que un año sea igual a un siglo (o dos)
y los vecinos ya no toleren más el olor a hombre rancio
a pobre tipo
va a llegar un día en el que en una sala de espera
una voz de adolescente te llame por el apellido
y vos te niegues, te desconozcas
y pienses qué consuelo puede haber
detrás de un título habilitante
va a llegar un día en el que tu casa desaparezca
y no tengas idea de adónde mierda era que había que volver
como si volver fuese un sacramento
una necesidad imperiosa
un ejercicio de voluntad
va a llegar un día en el que el vaso se te parta en la mano
y mires tus dientes pudrirse frente al espejo
un día en el que te vas a preguntar
cuáles son aquellas cosas de las que te tenés que escapar
si la muerte que te persigue está llena de colores
* fumar
Todas las luces de todas las casas de todos los edificios de todas las cuadras de todas las ciudades de todos los países de todos los continentes se fueron apagando despacio, en orden, sin violencia, sin aviso previo, sin despedirse, amablemente dejaron la noche crecer y devorarse el espacio, el sonido, el tiempo; avalaron a esa noche monstruo que sin apuro rodeó los árboles, los perros, los juegos de las plazas, los puestos de diarios, los autos estacionados, con parsimonia, con cierto desdén, con un apetito moderado y victorioso, un hambre contenido por mucho tiempo contra su voluntad, la noche monstruo que hoy da sus primeros pasos voraces sobre un punto fijo de un universo que se creía poderoso e infinito y ahora, en la hora más rotunda, en el mismo tiempo, en el solo tiempo, en el mismo minuto repetido en círculos por siempre, se ve transformado en una insignificancia que reposa en la brasa del cigarrillo que fumo en la última penumbra, mientras siento que todos estos sucesos, próximos o pasados, todas estas percepciones que consideramos válidas y enriquecedoras, también, como esas luces que ya no existen, se van a ir apagando sin aviso, sin dolor, sin ninguna queja de nuestra parte, cuando termine de aplastar la colilla sobre la baranda de mi balcón, y en un acto egoísta deje este momento precioso completamente a oscuras.