* caravana

La despedida más atroz es la que nos cubre con sal. Como cualquiera de esas mañanas que salimos y no volvimos, o aquellas tardes eternas que esperamos en vano. O tal vez el último roce de dos manos cordiales y la mirada limpia y sincera, o tres palabras escritas en rojo en un papel arrugado, o la ausencia de los muebles y la marca delatora en el piso. Los alfileres vudú de los te quiero arrojados en la oscuridad y la breve sentencia de los hasta pronto que serán nunca más. Dos vagones de subte que se cruzan y en el camino esa chica que te guiña un ojo y se va hasta mañana, con suerte. Oraciones cortas, cobardes, puntos, comas, paréntesis, acentos y sangrías; un mate frío sobre la mesada de la cocina, y una taza sin lavar. La distancia insalvable entre tu boca y la mía, la bronca de la botella vacía y la traición del fósforo descabezado. Los que se van y los que nos fuimos, de los que vuelven prefiero no hablar; los pasos fallidos de la milonga postrera, y el bondi a casa de madrugada.

Será una caravana o será un verano, una baldosa floja que nos salpique la frente o un motor que pistonea sin cesar; será un bombo peronista o la imagen de la Virgen en una mancha de humedad en el techo del baño. Será la siesta que nos atonta y nos deja la boca pastosa, el gol que bate todos los récords y el fantasma del descenso; isotermas, isobaras y humedad, injusticias, insolencias, insurgentes, mal de muchos. Será el vaso de vino rancio que nos diga que la fiesta terminó. Será el momento de apagar las luces, entornar la puerta, y aferrados a un cuatro de copas, empezar a bajar la escalera, silbando bajito.

* la puerta roja

Es cierto que te engañé, de otra manera no hubieras aceptado jamás venir conmigo hasta aquí. Ya falta muy poco, no tengas miedo ni te inquietes, sólo escucha atentamente mis palabras y no me desprecies. En cuanto terminemos de subir esta escalera, habrá una puerta roja. Detrás de esa puerta roja, se abrirá una habitación que será exactamente igual a la que te estás imaginando en este momento. En el centro de esta habitación habrá solamente un sofá de cuero rojo, y sobre él estará tendida la más bella mujer que recuerdes haber visto; vestirá un traje de fiesta con lentejuelas y tendrá los pies desnudos y fríos. Sus ojos estarán cerrados, pero sabrás que el fulgor de esos brillantes es el mismo que nunca te atreviste a mirar de frente. Sólo restan dos peldaños. Escucha. Te tomarás una copa de vino sentado en el piso de la habitación que estás imaginando, mirando por largo rato a la mujer más bella que recuerdes haber visto, sin hacer un solo ruido. Después de varias horas te vencerá el cansancio y te estirarás en el piso de la habitación, junto al sofá de cuero rojo en el cual reposa una mujer vestida de fiesta. En el momento exacto en que una mariposa de alas azules se pose sobre tu frente, yo ya no estaré allí, y la puerta se cerrará. Ahora, ábrela.