* fumar

Todas las luces de todas las casas de todos los edificios de todas las cuadras de todas las ciudades de todos los países de todos los continentes se fueron apagando despacio, en orden, sin violencia, sin aviso previo, sin despedirse, amablemente dejaron la noche crecer y devorarse el espacio, el sonido, el tiempo; avalaron a esa noche monstruo que sin apuro rodeó los árboles, los perros, los juegos de las plazas, los puestos de diarios, los autos estacionados, con parsimonia, con cierto desdén, con un apetito moderado y victorioso, un hambre contenido por mucho tiempo contra su voluntad, la noche monstruo que hoy da sus primeros pasos voraces sobre un punto fijo de un universo que se creía poderoso e infinito y ahora, en la hora más rotunda, en el mismo tiempo, en el solo tiempo, en el mismo minuto repetido en círculos por siempre, se ve transformado en una insignificancia que reposa en la brasa del cigarrillo que fumo en la última penumbra, mientras siento que todos estos sucesos, próximos o pasados, todas estas percepciones que consideramos válidas y enriquecedoras, también, como esas luces que ya no existen, se van a ir apagando sin aviso, sin dolor, sin ninguna queja de nuestra parte, cuando termine de aplastar la colilla sobre la baranda de mi balcón, y en un acto egoísta deje este momento precioso completamente a oscuras.

* sin filtro

Guardar una banana en el freezer es lo mismo que tratar de dejar de fumar. No evitás nada, simplemente detenés el deterioro por algún tiempo, pero al final te la comés igual. Si dejo de fumar, no me aseguro la inmortalidad, sino que con suerte podría vivir unos años más. Y ahí está la trampa, ¿para qué quiero vivir unos años más? ¿para seguir igual? No me parece buena idea dilatar un momento inevitable y rellenar esos días con la misma mierda de siempre. Si voy a tener que soportar quince años más la podredumbre, la esposa, la casa, el perro, el diario, el coche y todo lo demás, prefiero tirarles el humo en la cara sin compasión ni prurito. El diablo nos espera a todos a la vuelta de la esquina, yo por lo menos voy a ir con el pecho caliente y la garganta en llamas, la comida tibia pierde sabor y consistencia. Yo te puedo decir que mi amor por vos es puro y eterno y todo eso, pero si me pedís que deje de fumar para hacerle un bien a mi salud te voy a reventar la cabeza contra la pared y voy a tirar la ceniza en el charco de sangre y sesos que se va a formar en el piso. Nada personal. Solamente estoy tratando de encontrar el tono adecuado para contarte una historia. Esta es la historia del hijo de puta que no quería dejar de fumar.

* domingo

No puedo parar de fumar porque no tengo nada más que hacer. Se me fueron las luces del día sin darme cuenta y como siempre me golpea el sentido de inutilidad que me inunda desde hace años. Mañana tengo que volver a morir las ocho horas correspondientes y religiosas de la jornada laboral, como si fuera necesario, como si fuera vital. Como si a alguien le importara que ese trabajo se haga, como si todo lo que uno es fuera definido por su trabajo y por su salario, como si el universo dependiera de mi acto reflejo inútil y obsoleto. Pura mierda. Toda mierda. La misma blanda mierda en la que nos revolcamos con cara de contentos, la lucha en el barro de las putas viejas que no se dieron cuenta de que se terminó el cuarto de hora. No pasa nada, solamente es domingo. Mi nueva vecina está por empezar a llorar como todas las noches; estas paredes son demasiado finas para filtrar miserias, me tendría que mudar. Pero me gusta el barrio. Estos días deberían estar prohibidos. No los domingos, los otros. Los domingos podés pensar en lo que se le cante todas las veces que quiera, podés fumar y fumar, podés saltar y saltar, podés mirarte los dedos de los pies sin remordimientos sobre lo que hiciste ayer a la noche. Podés escribir, podés dibujar, podés divagar, rascarte, bañarte, afeitarte y volar volar volar volar hasta que se hace de noche y otra vez a la próxima calesita del lunes. La angustia del domingo a la tarde es que somos demasiado libres. Demasiado. Si pudieras ser quien vos quieras, ¿elegirías ser la misma persona u otra diferente? Y si esta otra persona pudiera elegir, ¿se elegiría a sí misma? Y llegado el caso de resolver el tema de la libre elección y poder ser alguien más, ¿quién elegiría ser vos?. Que descanses.