– Qué hay, Francisco, que andas con la cara larga? Es temprano para andar tan serio -Preguntó el Padre Miguel al encontrarse a Rojas en su paseo matinal.
– ¿Todavía no se enteró, curita? – El gesto preocupado de Rojas se hizo de mediano asombro. Al Padre Miguel era raro que se le escapara algo de lo que sucedía en el pueblo; tenía la virtud de ser muy observador, además de amigo y único confesor de De la Garma.
– Supongo que no, Francisco, porque todavía ando tranquilo. Decime, me empiezo a preocupar?-
– Y no sé,…escuche…- Dio medio paso y murmuro rápidamente al oído del padre.
El cura quedó en silencio un momento, mirando fijo a Rojas y pasándose la mano por la barbilla.
– Estás seguro de lo que decís? –
La mañana era fría pero se soportaba. Recién empezaban a salir los garmenses a la calle a cumplir con sus obligaciones. Algunos al muelle, otros al mercado. La vieja de los tejidos ya acomodaba su puesto enfrente de lo de Rojas, algunos chicos enfilaban para la escuela.
– Si, otra vez. –
– Pero esta vez es distinto, Francisco. – El Padre miguel ya no lo miraba, se había dado vuelta y de reojo miraba para arriba, hacia la aguja de la capilla, donde la cruz de madera tiritaba por el viento.
– Esta vez es peor. – le dijo a todo el pueblo en voz baja.
aaaah por dioooos! QUÉ COSA ES PEOR???? QUE?????